26 septiembre 2010

Juana

Diego estaba orgullosísimo de su pulguita saltarina, quería que fuera primera bailarina del teatro Bolshoi. A veces, cuando podía, la iba a ver bailar y si no podía, le mandaba un ramo de flores exageradamente enorme, que causaba mucho impacto entre sus compañeras de camarín, con una tarjeta re-cursi que decía "lo más maravilloso que tengo eres tú". Era su admirador incondicional.
Cuando lo mataron, lo primero que le preguntó Juana a su mamá, fue si iba a poder seguir bailando. Sentía que su vida se partía en mil pedazos y necesitaba seguir volando porque que si no, ella también moría. El ballet le salvaba la vida, se la pasaba haciendo piruetas, giraba y volaba por los aires…era bailarina y bailar, era su manera de no estar.
Cuando comenzaron las clases en la escuela de ballet del Colón, a la directora se le ocurrió que todas las alumnas del instituto debían cortarse el pelo a la garcón porque, según ella, había piojos. Su mama fue a hablar con ella y le explico que Juana estaba muy triste porque el papa había fallecido en un "accidente" hacia poquitos días…y le pidió por favor, si no podía hacer una excepción- Ella le respondió que no, que solamente había hecho la excepción con una alumna que le había hecho una promesa a la virgen. Así que Juana tuvo que raparse para poder asistir a clases. (Por si no se entendió: tuvo piedad de la niña que le había hecho una promesa a la virgen, pero no de la niña a la que le habían matado a su padre.) Al poco tiempo de raparse la cabeza, Juana cayó con un desgarro muscular que la hizo aterrizar de emergencia en la realidad.

22 septiembre 2010

Germán

En 1977 estaba en primer grado y se sentaba en el fondo del aula. Fue ahí, aunque hacia fin de año, que los problemas realmente comenzaron. No sólo se sentaba en el fondo del aula sino que además de estar feliz por la insularidad de su situación imaginaria, el fondo para él era una isla, estaba debajo del alféizar de un ventanal sobre el que se alineaban todos los libros que comenzó a leer ese año, de a uno por semana, hasta darle no se podría decir cuántas vueltas a esa colección ambulante de cuentos de hadas. Dice, cuando se refiere a ese momento, comenzaron los problemas pero como quien repite una fórmula gastada, sin estar muy seguro de qué se quiere decir. En realidad no sabe si comenzaron los problemas, y por eso lo mandaron a la psicopedagoga, así, en abstracto, o si lo mandaron a la psicopedagoga porque fue cuando le tocó el turno a cumplir con una rutina de revisión junto con el resto. Cree que lo más probable es que a los ojos de la maestra tuviera algún problema de aprendizaje. Sabía leer bastante bien, llegó leyendo de su casa, y a pesar de que se notaba la sensación de deber que proyectaba hacia esos libros leyéndolos obsesivamente mientras que a ningún otro compañero se le había ocurrido tocarlos, la cuestión es que por algún motivo no aprendía nada. No había caso. Las letras eran cada vez más deformes y los colores parecían barro sobre la página. Él mismo comenzaba a darse cuenta de algo que lo incomodaría durante toda la escuela primaria: su cuaderno siempre sería el más horrible de la clase. Puede que le resulte difícil determinar el momento preciso en el que comenzó el problema que lo precipitó hacia tantos otros, pero de lo que sí está seguro es de que en el gabinete de la psicopedagoga sí puede decir con seguridad que sintió que el problema había comenzado, que ya estaba inmerso en él y que no había vuelta atrás; porque ni bien se pusieron a hablar, alumno con psicopedagoga, supo que había metido la pata al contarle sobre un sueño y el auto enorme, celeste clarito, bien brillante, con el que un grupo borroso de color marrón salía a secuestrar gente. Cree que no fue tanto el hecho de contar que una especie de fantasmas anduvieran sueltos haciendo fechorías, que por otra parte para él eran como un invento, o al menos así sentía él todas esas cosas que llegaban desde el éter y chocaban contra su cuerpo como contra una antena, sino la palabra que usó para describir sintéticamente esas fechorías lo que terminó mandándolo una vez por semana a un consultorio en el centro donde, mientras un psicólogo le hacía preguntas, subía de pronto de categoría, de psicopedagoga lo pasaban a psicólogo y otro los miraba a los dos oculto detrás de una gran espejo como la ventana donde se alineaban los libros, el alumno ahora paciente se dedicaba a romper silenciosamente, uno por uno, cada vez que iba, los botones que se hundían en el capitoné de un sillón de cuero negro, lustroso, frío y caliente a la vez. Secuestrar, ese había sido el primer verbo del estar ya en problemas.

15 septiembre 2010

Lucila

Lucila lee día a día los relatos y en cada uno, encuentra un sueño o una sensación que ella también pasó. Soñó varias veces que salía a la escuela y cuando llegaba al patio se daba cuenta de que estaba descalza o que tenía puesto solamente el guardapolvo y nada abajo. También soñó muchas veces que estaba en su casa, donde vivió siempre con su mamá y de repente subían miles de milicos por el ascensor y la escalera; ella estaba con la puerta abierta y tenia que cerrarla, pero cuando lo iba a hacer no tenia fuerza...o soñaba que la perseguían y no podía correr, por más impulso que tomara, de repente los pies le pesaban una cantidad tal, que todo se ponía como en cámara lenta (salvo su corazón que latía rápidamente). Soñaba muchas veces, que tenia que esconderse, ya que los milicos habían entrado en su casa; las únicas salidas que encontraba eran la rejilla del desagüe o las tuberías de gas, lugares imposibles para entrar, meterse y escapar, pero mágicamente sucedía como en el cuento de Alicia en el país de las maravillas y Lucila  se hacia pequeña, tan pequeña, que lograba escapar. Una vez, soñó que entraba a la morgue y lograba ver a su padre, como dormido sobre una camilla de aluminio. Ahí, sentía alivio de por fin encontrarlo: muerto, pero por fin, poder ver su cara, su cuerpo y cerrar una angustia...claro que eso fue solo un sueño, pero se sintió más liviana al despertarse.

Estando embarazada, le pasaba que cuando su pareja se iba a trabajar a la radio y salía de la casa a las 5am, ella embarazada de 6, 7, 8 meses, se despertaba ni bien él cerraba la puerta y en el amanecer, oscuro aún, se quedaba pensando por donde podría escapar si alguien llegara a entrar a su casa. Planeaba como salir de su cuarto, pasar para el patio y cruzar por la medianera a la casa del vecino y todo eso, con una panza enorme...ella cree que ese miedo, o necesidad de encontrar la salida, se lo transmitió su madre cuando estaba embarazada de ella. En el edificio donde vivían hasta pocos días antes del secuestro del papá de Lucila, su mamá siempre miraba por la ventana para ver cual era la altura y poder calcular la soga de sabanas que pudiera bajarla hasta la calle...Y Lucila siente que hubo transmisión de sensaciones, porque recuerda los miedos de su madre, como en carne propia.

12 septiembre 2010

Maipy

Maipy había empezado a tener estos sueños a los 6 años, mientras le tocó vivir asilada en la Embajada de México, en Santiago de Chile. Los sueños la acompañaron a lo largo de su vida, se hicieron familiares y ahora, durante la gestación y la llegada de su hija, se le han vuelto a manifestar, con más fuerza:

1- Es niña. No se ve, pero siente y sabe quien es.  Sus hermanos, caminan junto a ella por un valle lleno de sol y de flores, al medio está su casa (la casa cambia de modelo, no es siempre la misma arquitectura, pero siempre es blanca, luminosa y con sonido de agua). Caminan hacia la casa y Maipy puede tocarla y saberla suya. Luego camina y al volver atrás, la casa está en ruinas. La recorre, tratando de reencontrar a sus abuelos, a los viejos de la familia, al agua y ya no hay nada, ni nadie en esas ruinas, sólo sus recuerdos. Se desespera, despierta y al despertar, siempre la misma sensación: abre los ojos y sigue buscando su casa.

2- Maipy se sueña junto a su hermana, con la edad de ahora (ese "ahora" va cambiando naturalmente con el tiempo y la fisonomía). Es de noche, entran al jardín interior de su casa, pasan por el parque...ven y tocan la enorme casa de muñecas... la terraza… y cuando van a entrar, aparece el padre, joven, como en 1973, con sus lentes y su barba y su voz aterciopelada... y ella siente incluso, el aroma del tabaco de la pipa que él fumaba. Él no las deja pasar a la casa, les dice: " Shhh....no entren, no hagan ruido, las niñitas están durmiendo"; se asoman entonces a la ventana de su pieza y en las camas están ellas mismas, niñas de 6 y 11 años, durmiendo y el papá, vela sus sueños.

11 septiembre 2010

Alberto

A 37 años del golpe de estado de Chile  Alberto aún recuerda con claridad,
que a esta hora, ya no tenía casa, colegio ni amigos...
no sabía donde estaban sus padres escondidos...

....pero eso es nada en comparación 
con quienes ese día fueron apresados, torturados,muertos.

Un mes después, Alberto, ya tampoco tenía país.

10 septiembre 2010

Virginia

Virginia no sabe bien de donde salió este sueño recurrente…supone que habrá escuchado algo que hablaban sus viejos, o tal vez por la radio…

Soñaba en esa época, que un hombre y una mujer (de civil) entraban por la ventana de su cuarto y la secuestraban.

Le daba mucho miedo.

08 septiembre 2010

Alejandra

A Alberto, el papá de Alejandra, se lo llevaron de su casa el 27 de agosto del 76. Hacía un ratito que él había vuelto de un velorio y ya estaban todos metidos en la cama donde dormían juntos los cuatro, su mamá estaba embarazada de su hermanito. Hacia mucho frío. Golpearon la ventana y la puerta. Su mamá le dijo a su papá que no abriera. Él preguntó qué querían y entonces, rompieron la ventana y la puerta, entraron y prendieron la luz. Alejandra se abrazó a las piernas de su papá. A él lo sacaron de la cama y le dijeron: “- vestite ya!”. Como Alejandra no quería soltarlo, uno de los milicos le pateó la cara y la desmayó.

Cuando se despertó una vecina había ido a ayudarlos. Su mama estaba atada a los pies de la cama. Habían revuelto todo. Rompieron los focos de la luz, se llevaron el dinero y algunas cositas de valor. Cuando su mamá se levantó, se quedaron paradas en la puerta un ratito, con miedo de que todavía estuvieran…Después su mamá la agarró de la mano y corrieron hasta la casa de su abuelo, a 5 cuadras. A su papá no lo vio más.

No quería que se lo llevaran. Trató de agarrarlo lo más fuerte que pudo, pero no pudo hacer nada. Alejandra piensa que él debe haber estado muy triste y preocupado porque le pegaron a su hijita...Ella no tenía más de 3 años entonces, pero recuerda todo...esa noche fue terrible. Esa es su oscuridad. Hoy en día todavía la asusta que le prendan la luz de golpe y le griten, le da mucho miedo.
Cada uno, lo pasó como pudo y algunos podrán decir que esta mina ya esta grande, pero si supieran el miedo que tiene adentro y lo mucho que lo siente…aunque los demás crean que es fácil, para ella es una carga terrible. Es como si la hubieran dejado ahí sentada en la oscuridad, sola. Aunque todos los días la vean seguir avanzando, cuando llega la noche, se le hace tan difícil…y no es que le guste mirar siempre hacia atrás, es que ella siente que quedó ahí, encerrada, sin poder escapar.

06 septiembre 2010

Victoria

En 1986 a Victoria le tocó la Señorita Yoly de maestra de tercer grado. La Señorita Yoly tenía recurrente obsesión con el tema: “La Familia”. Se deleitaba cada lunes, preguntándoles uno por uno, qué habían hecho con papá y mamá (y la familia).
El viernes anterior al día del padre, les hizo escribir a todos, una carta a papá. Victoria simuló dormir.
Cantado, que al lunes siguiente, Yoly -nombre de muñeca diabólica- se dió una panzada con cada uno de los relatos de asados y abuelos y hermanos y unidos. Felices los niños.
Odiaba no llevar una pastilla de cianuro encima (para Yoly).
Cree que ese día se descompuso y se fue del aula. Pero la muñeca diabólica no daba treguas y un día fue por más, por MUCHOOOO MAS:

   -Bueno chicos, ahora en estas grandes hojas que les di, se van a dibujar a ustedes junto a sus papis, hermanos, primos, tíos y abuelos. Por favor, aclaren señalando “abuelo-pa”, “tía-ma” y así, para que se entienda. ¡Qué lindo, a trabajar!!!!!!!

No. Basta, pensó, no podía hacerse la dormida, ni tampoco la que me siento mal...tenía que usar métodos alternativos. Yoly caminaba entre los bancos arengando a felices los niños y Victoria fue hacia su escritorio. Su cartera. Que deleite, meter las manos en su cartera y sacar su AGENDA. Se la puso a leer, a pasar hoja por hoja. Nadie la registró, estaban muy ocupados clasificando los “flia-pa" y los "flia ma”. Entonces puso sus piernas sobre el escritorio y la Srta Yoly con cara de espanto, por fin, fue hacia ella.

-Victoria! ¿qué estas haciendo con mi agenda?
- … .
-Dámela querida, te estas metiendo en mi vida privada!!

Victoria se paró. El aula se nubló. Silencio total.

-Y usted, usted Señorita Yoly, no se da cuenta que me está pidiendo algo imposible?...que no entiendo bien qué pasó, pero sí, sé que es (gritando) triste, muy triste. Usted, se mete en mi vida privada!

Portazo y a llorar al patio, mucho antes de la hora del recreo.

05 septiembre 2010

Mariela

Mariela vivía a pocas cuadras del "Olimpo". Su madre la llevaba caminando todas las tardes al jardín y al pasar por la puerta siempre veía a los soldados: eran dos. Había un cartel de prohibido estacionar y detenerse. Todos los días, antes de pasar justo delante de los soldados, su mamá le decía: - "baja la cabeza, no los mires y camina más rápido". Ella nunca entendió el porqué de eso, hasta que fue más grande. Sus papás sabían lo que estaba pasando, en es época perdieron a casi todos sus amigos...

y hoy en día, en plena democracia, hay cosas que todavía les da miedo decir.

04 septiembre 2010

Miguel

A veces, los recuerdos de la infancia y la dictadura, se representan en detalles y distancias.
Arraigo y desarraigo.
“Como una nube que pasa mis ensueños se van, se van, no vuelven más” (Alfredo Le Pera)

De México, a Miguel se le antoja un sabor tamarindo, golosinas con chile, calaveras de azúcar y unos tangos híbridos, que se dejaban oír en el living de la preciosa casa de Cuernavaca, que restauraron su viejo y su abuelo, cuando este último fue de visita. Miguel jugaba a afanarle las herramientas al abuelo y cree que las enterraba. Junto a la casa había un baldío, donde jugaban de chamacos a encontrar crías de alacranes bajo las piedras. Por ahí, alguna que otra vez cayó de visita don Armando Tejada y tal como recuerda su madre, fue Liliana Felipe quien los alumbró con sus canciones infantiles. También estuvo (sin quedar en su memoria) Alicia, quien años más tarde, ya en Argentina, fue su maestra de teatro. Colgado de la pared, un dibujo de Guadalupe Posada (una calavera con su botella de tequila) y una pequeña guitarra con la que Miguel aturdía un “Cristo de Palacagüina”. Una terraza, una cocina con rejas por donde asomaban la risa con un vaso de horchata y se escapaba el aroma del mole, que seguía por una calle ancha, en bajada que daba a un vivero oscuro, lugar infinito que nunca nadie atendía. Una tarde, Miguel se perdió en Plaza Garibaldi y hasta los mariachis lo salieron a buscar. No lograban encontrarlo. Tal vez era divertido perderse.
...y la pirotecnia Mexicana era todo un arte (Todos los fuegos, el fuego), con los chicos corrían con un toro de papel maché, todo cubierto de cuetes!...y también le sacaban fotos junto a niñas de pelo negro y trenzado con cintas de colores y flores, para que pudiera verlas ahora, ya de grande, en medio de su casa suburbana, donde recibe mensajes de texto de Andrea con poemas de Fijman, ensaya un papel para una película sobre el Naríz, fugado de la ESMA y toma mate amargo, escucha al tata Cedrón, fuma Viceroy y repasa su primer libro de poemas…y evoca, el exilio y el desexilio.
Héctor se llamaba su mejor amigo. Héctor, del pueblo de Ocotepec. Juntos imitaban a un tipo de la tele, que hacía una propaganda de jabón en polvo y se tiraba por una quebrada: “Ariel lavando y yo en la quebrada!”, gritaban, y se tiraban en calzoncillos a un gran piletón, donde las viejas fregaban…ahora, el único Ariel que conoce es un flaco del sur, que estuvo preso, le pega a las minas y cada tanto, se estrella con la moto sobre algún capot. Todavía no sabe si ha dado en el clavo -como diría Urondo-, pero conoció el Caribe, el Golden Gate Brigde, la miseria de Miami Beach, el faro del Balneario “El Cóndor”, la tristura de una mujer, el rechazo de una mujer, la muerte de un amigo, los intentos de muerte de otro amigo, el furgón del tren a Morón, el fulgor de la selva misionera, el hotel malandra, el sacrificio en la cosecha de cebolla, la brucelosis en Ecuador…según dice el Mochi Leite: Miguel es Patagónico y la Patagonia se extiende desde California hasta la Pataia… Será?. Miguel canta desafinado. Aprendió a bailar el tango y a tomar tequila. Y a mentir. Y a desmentir. Y cuando le preguntan de dónde es: ...“Me voy y vuelvo y me voy, como un ensueño”...

03 septiembre 2010

Ale

Hay un sueño que durante años la atormentó y aún hoy sigue haciéndolo. El sueño en realidad, mezcla la vivencia del momento mismo en q mataron a sus viejos y se llevaron a su hermana de 14 años. Ale tenía entonces 10 años y se había escondido en la casa de su amiguita de enfrente, ya que estaban jugando en la calle cuando ellos cayeron. Al terminar el enfrentamiento, Ale salió a la calle y vio a un milico gordo, vestido todo de verde oliva, sentado en la vereda de su casa, secándose la frente sudada. En ese instante, sacaron los cuerpos de sus viejos envueltos con las cobijas de la casa y los tiraron, literalmente, en un camión.

A partir de allí soñó infinidad de veces con ese mismo milico, sentado en una silla bien setentosa de madera y respaldo redondo. Lo que variaba, era que a medida que Ale crecía, él se aparecía sentado en cada una de las casas donde ella vivía. La última vez, lo soñó en la vereda de su casa actual. Ale en el sueño quedaba mirando con mucha angustia a su marido, porque no veía a su hija por ningun lado...

Siempre es muy angustiante la sensación de no saber que va a pasar después, con esa mezcla de realidad y sueño.

02 septiembre 2010

Juan Andrés

Juan Andrés tenía 4 o 5 años y todavía no sabia nada de su historia.

Soñaba que estaba con una mamá y un papá, que no eran los suyos.
El lo sabia, pero tenia que ocultarlo para seguir viviendo.

Cuando soñaba con esto, se pasaba a la cama del su abuelo.
Generalmente esta pesadilla venía cuando tenía otitis.

01 septiembre 2010

Maru

Su juego favorito era probarse ropa que fuera fácil de ponerse. Quería estar preparada para cuando entraran a su casa por la fuerza para llevarla, para no quedar desnuda frente a ellos; medía en tiempos cual era la ropa que menos tardaba en cambiarse, por si la agarraban desprevenida y si era de noche, solo dormía con pijamas que pudiera sacarse fácilmente, para no tener que irse en pijama. Pasaba horas jugando a como tratar a los que iban a entrar a llevarla; era como si no existieran dudas de que eso sucedería.

(Para empezar Maru se acuerda de eso, pero con tiempito…se destapa la olla y sale vapor solito…). Miedos tuvo muchos. Desde que era una chiquita de dos años, al salir a la calle vivía pensando que la perseguían: que todos los autos y la gente la estaban vigilando. Cuando se bañaba, si miraba por la ventanita, siempre creía que iba a aparecer una mano sangrando de alguien pidiendo ayuda. También tenía un sueño recurrente en el que estaba con la familia de su papa, charlando, caminando, haciendo cosas normalmente y en un momento, se le cerraban los ojos y ya no podia ver nada. Todos seguian charlando y ella que no podia entender que pasaba, se desesperaba. Hacía fuerza por entender, pero no podía. Soñaba noches y noches y noches y noches, el mismo sueño.