29 octubre 2010

Beatríz

Beatríz tenía 10 años en el '77, cuando un día, soñó que era de noche. En su sueño aparecía un hombre enorme vestido como un verdugo medieval, con un palo con una bocha con pinchos. Sin decir nada y en silencio, le partía la cabeza a su mamá con eso. Le quebraba el cráneo y a Beatríz la imagen de la cabeza aplastada se le representó como si fuera una naranja de las que se caen de los árboles y quedan secas, machucadas en el suelo. Cuando le contó a su mamá, se armó un kilombo: ella se enojó con su papá por haberla llevado con él a la cárcel de Coronda a visitar a los compañeros y por haber hablado delante suyo cosas que Beatríz de todos modos no recuerda. Después nunca volvió a soñar con el verdugo, pero la secuencia del sueño se repitió en su memoria muy seguido, por años y todavía se repite cada tanto, haciéndole sentir lo mismo que sintió en ese momento: la propia impotencia ante la realidad palpable de la posibilidad de daño a una persona amada

25 octubre 2010

Lucía

Mayo del 76. El papá de Lucía había sido secuestrado unos días antes. Mientras su mamá y su abuela, revolvían cielo y tierra buscándolo, Lucìa se quedaba al cuidado de la otra abuela. Una tarde se despertó de la siesta llorando mares y le contò a la abuela que la estaba cuidando, que su papá se había despedido de ella.

Poco después se enteraron de que él había fallecido en un campo de concentración en Bahía Blanca. Esto se lo contó la abuela años despuès, porque ella que era muy chiquita ya no lo recuerda...como tantas cosas, que están ahí, dormidas en el inconsciente.

23 octubre 2010

Danixa

Danixa estaba pensando, en cómo fue su infancia en dictadura y le da risa, porque no tuvo infancia en dicta-dura, tuvo adolescencia en dicta-dura. Su infancia , lo que recuerda de ella, fue hermosa. De los primeros recuerdos de muy, muy chica, salta a 1971, mirando por la terraza con su papá, el treinta y uno de Diciembre; esa fecha se grabó en su cerebro. Sus hermanos mayores, iban y venían, y el papá le dijo: -comienza el '71, vamos a ver qué nos trae este año. Después hace otro salto, a sus diez años: 1973, cuando, estando en la terracita de su  casa, leyendo una vieja revista del Pato Donald, se acercò su hermano mayor y le preguntó: -¿ qué hacés leyendo esa estupidez?. Ahí nomás le sacó la revista y le encajó "Para leer al Pato Donald", de Ariel Dorfman -"Cualquier cosa que no entiendas, me preguntás" le dijo su hermano, bajando la escalera de la terracita, con su campera verde, y sus pantalones bombilla. Desde abajo ya, le aclaró: -ya es hora de que entiendas! y cerró la puerta, dejando a Danixa bajo ese sol tardío y su libro nuevecito en las manos. Lo primero que no entendiò, fue la palabra PROLETARIADO, pero orgullosa, en la silla de chapa siguiò leyendo, a los diez minutos no entendía nada. Así que bajò y sin decir nada a nadie, se fue a buscar la palabra proletariado en la enciclopedia-diccionario que había en su casa. Se le abrió un mundo. Entendiò. Como le había pronosticado su hermano, ya era hora. Cuando terminò el libro, se lo devolviò diciéndole: "entendí!". Y mirò el afiche del Che que decìa: "mi sangre no fue derramada para que aquí yo colgado esté" y entendiò. Y también, entendiò por qué en la puerta de su dormitorio habìa un dibujo de la cabeza de un tal Salvador Allende, sobre una pirámide como una esfigie; y entendiò la revista Crisis y entendiò a la señorita Marisa, que era peronista a muerte, cuando dos años atrás les habìa dicho: -Ahora, que va a llegar Perón (y subìa su dedo hasta más o menos la altura de su nariz), ahora pueden suceder dos cosas: Argentina crece (y subía el dedo por encima de su cabeza), o se desbarranca para siempre (y bajaba el dedo hasta su panza) y los chicos, sentaditos de guardapolvo blanco, miraban para arriba y para abajo, como un partido de tenis (que para esa época empezaba a ser popular gracias a un marplatense jovencito llamado Vilas). Había algo de profético en las palabras de la seño, eran como palabras de angustia, que ella, y los demàs chicos de ocho años, no entendían, porque ella era peronista, en todo el barrio se sabía... pero recién lo entendiò, a los diez, cuando Cámpora largó a los presos y todos festejaban...el tío Campora, le resultaba tan lindo tener un presidente tío!. Ellos vivían cerca de la cárcel de Devoto y Danixa recuerda que se escuchaban los gritos de euforia, pero también, el miedo de alguna gente, que se encerraba en su casa bajando las persianas. Rejas en el barrio todavía ni existían. Ella se divertía mirando todo por la ventana. Como hacen los chicos, aunque entendiendo un poco más que otros, pero un poco como los infantes, que en todo encuentran algo con qué pasarla bien. Como el día en que mataron al cura Mujica, con esa cara de bueno...y se inundó la casa, ese día, se divertían con los gritos de su madre para que no pisaran el agua. Así se mezclan los recuerdos de su infancia. Contando en la revista Gente, los muertos por la triple A y los muertos por Montoneros. Escuchando en la panadería cosas como: -"ésta (por Isabelita) va a terminar como María Antonieta". Y correr nuevamente a la biblioteca, para ver cómo terminó ta tal María Antonieta. Y no entendìa bièn si lo decían por la guillotina o por algo que siempre les contaba su madre y no sabía si era una mentira de ella o no,  pero la cuestión era que a María Antonieta le habían salido todas las canas de golpe, en una sola noche, del disgusto, segùn decía su madre. Y ahí, venía la comparación. Si Isabel tiene todo el pelo lleno de canas ( el televisor entonces era blanco y negro), entonces terminarìa bajo la guillotina?...cuánta fantasía!. Como cuando miraba a Lopez Rega, al lado de la futura aguillotinada y se preguntaba dónde escondía el sombrero, ya que decían que era Brujo... qué inocencia perdida!. Para la época que dieron el Golpe, Danixa ya estaba "en sus cabales" digamos. Ya había conocido a la primera familia con desaparecidos en la ciudad de veraneo...y a varios de los amigos de su hermano se los habían llevado "chupados", se decía en voz baja. Ya habían quemado las revistas, en la misma terracita donde habìa entendido al Pato Donald. Ya estaba en primer año de la secundaria y la materia que más le había gustado era E.R.S.A (estudio de la realidad social argentina), una maravilla que pronto los milicos se encargarían de cambiarle el nombre por "Formación Cívica". Y no sólo el título le cambiaron, sino los contenidos. Y pusieron el 7, en vez del 6 para aprobar los exámene y el pelo a los varones no le tenía que pasar por debajo del cuello de la camisa y los amigos de los amigos se iban de un día para el otro al extranjero y los artistas que estaban en listas negras, aparecían fotografiados tomándose el piro para Europa y había cosas de las que no se hablaba con desconocidos y se cerraban las ventanas para discutir temas de política y el miedo...El Miedo se empezaba a sentir despacio...No sabía bien a qué... éra chica, pero el miedo estaba, como la sombra y la seguía a todas partes.

Un día, su mamá las despertó, a Danixa y a su hermana. El sol ya entraba por la ventana, en seguida se dieron cuenta de que pasaba algo raro. La madre dijo solemne: -Chicas, se la llevaron a la presidenta anoche, hay golpe de estado, suspendieron las clases. Dejó la puerta abierta. Se miraron con su hermana y lo primero que les salió fue un ¡puta madre! Ese fue el único día que no estuvo feliz por faltar a la escuela: 24 de marzo de 1976. Mirò por la ventana y no había nadie en la calle. -Declararon Estado de sitio, le largó su mamá junto al café con leche. Las tres mirando el televisor. Videla hablando. Todo se venía abajo.Como decía la seño Marisa. Se desbarrancaba. El dedo, ese día le hubiese llegado al suelo. De la tristeza, de la impotencia. De lo que se imaginaban se vendría. Si en democracia la Triple A ya se había llevado a tantos, con los milicos...madre! Y así, eran todos los días. Tristes. Grises. La época más linda, que se supone se tiene en la vida, a Danixa se la fregaron estos tipos. Pidiendo documentos. Haciéndole tomar colectivos porque sí, para regresar a su casa, sin motivos, sin fundamento. El miedo bien metido en el culo. No podían juntarse más que de a dos en cualquier lado, tres ya era conspiración. Algo raro tramában. Vos para allá, ustedes para acá. Pero...pero nada! decí que tenés suerte y no te llevamos... así, todo el tiempo. Y los diarios se miraban buscando nombres de conocidos, que caían o que pasaban a disposición del PEN: listas y listas, nombres y nombres, generaciones barridas por una escoba siniestra. Las paredes se pintaban de blanco. No había más grafittis, ni escritos, las universidades estaban sin banderas. No había Centros de estudiantes, no había partidos, todo era una nada, vacía y gris, llena de ojos detrás de las cortinas.
y se acuerda del primer test que le hizo una psicóloga a los 17 años
-A qué le tenés miedo? A la violencia. 
Ahora dibujá un objeto. Danixa hizo un revolver.
Así creciò ella. Creyendo que jamás, jamás, esa pesadilla terminaría...

Pues bueno, en este punto, ella se cansa de escribir y se va a ver una peli, de esas que en esa época, estarían prohibidas.

17 octubre 2010

Angelita (segundo relato)

Yo nunca supe terminar nada. Repaso una larga lista de inconclusos: Estudios, amistades, proyectos, amores, hobbies, delirios y emprendimientos de todo tipo - porque para empezar siempre soy muy creativa-, todos fueron quedando descabezados antes de terminar. Si hubiera sabido antes que las cosas nunca suceden hasta que están completamente hechas, talvez no hubiera dejado tantas cosas inconclusas por el camino. Guardo mi orgullo, guardo la vergüenza de ser experta en finales abiertos, en anti finales. Mi modo de terminar las cosas era esperar que se disuelvan por si mismas, como si con ignorarlas fuera suficiente. Siempre creí que el aburrimiento mataba la pasión a la mitad de camino; pero cuando buceo un centímetro mas hondo, me doy cuenta que es el miedo el que los mata. Y de que yo viví petrificada de miedo, muerta en vida, con mi caparazón a modo de escudo. Tomando no-decisiones. Reculando. No-viviendo del miedo. Encerrada en mi des-virtud, con mi des- gracia a cuestas. Justamente, por lo difícil que me resultaba terminar cualquier asunto se me hacía imposible ponerle fin a ese problema. Entonces. Cuál pudo ser el comienzo de esto de no tener fin(es)? Cuán al principio? De todas las historias sin final, creo que la primera es la de mi madre. Secuestrada frente a mis ojos. Desaparecida para siempre.  La incompletud permanente por no volver a encontrarla. La Soledad. El ansia convirtiéndose en ansiedad. La incógnita suspendida en el tiempo. Yo, chiquita, desarmada de las palabras aún no aprendidas. Portadora del sinsentido de no poder asignarle contexto a la tristeza.

Muchísimos años después de perderla, durante un sueño inducido algo psicodélico, atravesè el tiempo. Viajé de regreso hasta ese lugar en que me atrapaba mi pesadilla infantil más recurrente. Me encontré en ese mismo pasillo, donde las sombras me perseguían pisándome los talones. Busqué detrás de las puertas. Miré uno por uno los gestos de las caras desconocidas. Esa cara, que no aparecía. Esa cara, que me pertenecía. Cuando era una niña y ese era solo un sueño, siempre me despertaba en ese punto. Desesperada y sin saber como explicar porqué ese sueño feo me daba tanta angustia, pero como yo ya no era una niña y eso no era exactamente un sueño, asique ese día, fuí un paso más allá: Me arrastré gateando hasta el final del pasillo y con mi manito empujé la última puerta.
Ella estaba ahí. Ma Mà. Parada al final de los finales.
Recién cuando la ví, supe que la había buscado toda la vida. Que ella era El vacío. La incógnita. El nudo en el estómago. Estiré los brazos y me abracé a su cuello  -aunque fue mi amigo el Pájaro quien prestò el cuerpo al abrazo ese día-. Ahí estaba ella. Su olor. Su calor. Su respiración. Sus ojos… y yo, entregada a ella, a la felicidad de volver a verla. Perdida en su abrazo imposible. Imposible. Imposible. Imposible. Imposible...

Con la velocidad divinorum de la salvia, mi madre se deshace en el abrazo. Busco su cara pero ya no la encuentro, todo se ha transformado. Me encuentro con gente extraña, gente que me da miedo. Quiero salirme de ese abrazo, pero ya no puedo....y esa gente, ahora me lleva lejos, muy lejos... y no me dejan volver. Entonces me despierto asustada. Miro alrededor y sin saber que edad tengo, hablo con voz de niña, aunque ya tengo mas de 20 años: -“…Creo que tuve un sueño, que siempre sueño… Creo que soñé un lugar, que creo que conozco… ese lugar…creo que yo estuve ahí antes….”  Bastó que evocara ese lugar, para caer profundamente en trance, nuevamente. Otra vez al mismo pasillo. Las puertas a los costados, que ya ni miro. Sé a donde ir. Sigo derecho al frente, directo hasta el final. Abro la última puerta.
Ahí está ella otra vez: Ma Mà me sonríe, a unos metros de distancia.
Ya no nos acercamos, por miedo a romper la magia. Contenemos el momento. Quieto.
Hablamos con los ojos. Nos despedimos. Hasta luego.

El sueño se apaga. Vuelvo al tiempo real con todos los recuerdos a flor de piel. Me quedan impregnadas la paz de su sonrisa y la seguridad del abrazo.

Creo que esa despedida, fue el principio del fin de las inconclusiones.

Todavía soy esa misma nena, sintiendo el calor de mi madre que me abraza. Amándome del modo que solamente ama la madre. Plantándome con su amor en el mundo. Dejando en mí su huella, su semilla, para cuando ella ya no esté. Soy mi madre que aún me abraza. Conservo su calor para siempre conmigo, haciéndome menos huérfana.

14 octubre 2010

Gastón

De ir con su viejo a los lugares de militancia, Gastón le tomó cosa fea al arroz con leche. En garín, jugaba con un montón de enanos sobre monticulos de materiales para la construccion  y el arroz con leche, siempre estaba presente. Vaya a saber porqué, ahora cuando lo huele o se lo nombran, le tiembla todo. Nunca lo pudo volver a probar, a veces piensa que quizas sea rico, pero. no, no quiere probarlo. Para Gastón, vivir sin poder contarle a nadie la muerte de su papá fue una mochila muy pesada, se sentia como un niño viejo...no podía manifestar la pérdida porque era peligroso...asi que pasar segundo grado, fue muy raro para él: todos en su mundo de figus, elastico, la mancha y él...que a veces estaba, a veces no. Hoy en dia se sigue sintiendo como un niño y un viejo, que por suerte, no ha perdido la sonrisa.

 A veces se pregunta porquè nunca sueña que no hubiera pasado lo que pasò. Quiere soñar que no se llevaban a los nuestros, quiere soñar que nada cambiaba, quiere soñar que su familia seguìa enterita...eso nomàs quisiera èl.

10 octubre 2010

Marìa Luisa

María Luisa naciò en Mendoza el 10 de enero de1964. Es hija de Alfredo y Angélica, ambos abogados y militantes peronistas. La historia que va a contar, sucedió el 1º de enero de 1975, en pleno gobierno de Isabel Perón. Marìa Luisa vivía con sus padres, tres hermanos menores y la abuela paterna, que era quien los cuidaba mientras sus padres trabajaban y militaban; ella fue una figura fundamental en su infancia, la abuela cómplice que siempre los bancaba y les satisfacía los caprichos.
Esa noche, la noche de año nuevo, estaba toda la familia festejando, tíos, primos, abuela, padres; todos. Un rato después de las 12, en medio de los petardos sonó una explosión màs fuerte que las otras y Alfredo, su papá, dijo: “eso fue una bomba”. Todos le dijeron que estaba loco, que nada que ver...
Dos horas después explotó una bomba en la casa vecina, pared de por medio con la de ellos. La explosión fue tan fuerte que se cortó la luz; había mucho miedo y confusión, salieron todos, su hermano gritaba preguntando por su amigo, el vecino... por suerte los vecinos no estaban y no hubo que lamentar ningún daño personal. La policía dijo que podía haber otra bomba y los mandaron a todos a la habitación del fondo, pero su abuela se había quedado en la calle. Entonces su hermano, que tenía nueve años y ella, que tenía diez, tuvieron una ataque de pánico pensando que podía pasarle algo a la querida abuela. Les reprocharon a los padres: “esto pasa por culpa de ustedes, por que se meten en política, nos van a matar a todos”. Fue un momento terrible, del que Marìa Luisa no se puede olvidar.

Sus padres le contaron después, que a partir de ese momento se dieron cuenta de que tenían que hablar más con sus hijos y contarles un poco, porquè hacían lo que hacían, porque si no, solamente escuchában lo que decían los parientes y amigos, pero no entendían realmente lo que hacían los viejos.

08 octubre 2010

Adriana (segundo relato)

Alrededor de esta hora, el mediodia del 8 de octubre de 1978, llegaron los hijos de puta a la casa de Adriana para secuestrarlos. Ella estaba con su mamá, Ana María, las dos solitas porque su papá se habìa ido a trabajar desde temprano. Ellos estuvieron un largo rato, cuando por fin decidieron que se iban a llevar a su mamá y tambièn a ella. La vecina que viò cuando salìan, preguntò: "a donde te llevan Cristina?"(ese era el nombre que su mamà usaba en el barrio) "dejame a la nena". Su mamá se aferro a ella con toda la fuerza del mundo. Si la hubiese dejado ahì, quièn sabe què hubiera pasado con su identidad.
A eso de las 17 horas, desde las ventanas de las casas linderas vieron como llegaba caminando Jorge, su papá. Lo vieron detenerse frente a la puerta unos segundos, antes de desaparecer dentro de la casa. Al poco tiempo ya se lo estaban llevando, muy golpeado, reventando, segùn se dijo.

Estuvieron en el Olimpo. Adriana un par de días,  sus papàs un par de meses...y de ahí a la eternidad.

06 octubre 2010

María

María recuerda que su hermanita nunca pudo dormir bien. A Lucía, la secuestraron cuando tenía 10 meses, junto a su mamá. Unos días después la abuela la encontró en una sala cuna, siempre supusieron que los milicos, la habían dejado ahí de toque.
Lucía tenía dos tipos de pesadillas: unas que eran solamente de sonidos. No veía nada, sentía gritos a lo lejos y una canción de cuna.
Si no, soñaba que en Ledesma -donde vivían- entraban cientos y miles de tigres al pueblo. Los tigres destrozaban a toda la gente y se armaban ríos de sangre. Lucía les tenía pánico a los tigres.
 
Con el tiempo, descubrieron que su hermana había entrado a la Esma junto con su mamá, donde uno de sus torturadores era el peor de todos tigres: Tigre Acosta.

04 octubre 2010

Caro

Caro tiene un sueño recurrente de su infancia para compartir; lo soñó desde los 4 a los 11 años, más o menos.
Los abuelos del hermano de Caro, tenían en San Luis -donde vivían- un negocio grande, con unas casas al lado, donde había una óptica. 
Ella estaba con su mama, su hermano y sus abuelos en el negocio. La mamá iba a la óptica y no salía más. Después iba su hermano y tampoco salía, entonces, ella también entraba. Al pasar la puerta unas manos blancas huesudas, con uñas largas, le sacaban cortésmente el abrigo y una vez adentro, era un monstruo que los comía. Ella podía salir corriendo y avisar a los abuelos de su hermano, que ese monstruo se había comido a su mamá y a su hermano Roly, pero no le creían y la ponían en penitencia.