19 noviembre 2011

Benny

Una y otra vez, lo mismo. Benny sueña que sale de su casa y grita a los cuatro vientos lo que pasó con su papá. La gente, al escuchar que lo mataron, empieza a llamar a otra gente y a decir lo que pasó. Todos van corriendo, Benny al frente, con una gran bandera. La gente sale de sus casas y se van sumando, hasta ser una multitud llegando a la casa de gobierno. Patean la puerta, entran. La última imagen es estática, confrontando la figura de Videla, cliché del dictador, fetiche de la maldad.

06 abril 2011

Pablo

Pablo tenía 6 años cuando en 1977 fue secuestrado junto a su madre por fuerzas militares. Recuerda perfectamente el operativo, con personas de civil que destruyeron su domicilio, en la llamada “bajada pucará”, cerca de la terminal de colectivos, donde él vivía con su mamá, Teresita y con Alfredo, su padre de crianza, quien salvó la vida porque estaba jugando un campeonato de ajedrez, luego se entregó ante un juez en San Luis y pasó 6 años preso en La Plata y otras cárceles, sin proceso penal alguno. 
Volviendo al operativo, según lo que pudieron reconstruir, primero se produjo la detención de su tía Ani, quien habría indicado el domicilio donde estaba su madre y allí se presentaron, diciendo: “¡Policía Federal!”. Se llevaron todo y rompieron todo. Los metieron a él con su madre, totalmente encapuchados, en un Fiat 125 de color naranja, y se los llevaron al D2 de Córdoba. Entraron por un pasillo verde y aunque su madre le tapaba los ojos, él pudo ver que había personas jóvenes, desnudas, tiradas en el suelo. Fueron llevados a una celda, donde  las paredes eran también verdes, y los barrotes, bien metálicos y fuertes.
Su madre fue torturada y violada.

Su tío Ciro, hermano de su madre, logró que le hicieran entrega de su sobrino. Pablo fue recuperado y quedó al cuidado de sus abuelos maternos, mientras que su madre quedó pensando que lo abrían regalado, o matado, y con eso permanentemente la torturaban. Ella recuperó su libertad recién cuatro años después, en 1980, y tampoco fue sometida a ningún juicio, sino que fue puesta a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.

A partir de los daños que sufrieron por la dictadura militar, tanto él, como su familia, fue que de grande, Pablo se decidió a estudiar derecho y luego a militar en la defensa de los derechos humanos. Tiene ahora 39 años y cuatro hijos. Es abogado, doctor en derecho,, docente universitario y actual abogado querellante en representación de aproximadamente 30 familias de desaparecidos (víctimas de la misma dictadura que él  sufrió) y del  Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos en los juicios por los crímenes contra la humanidad que se están llevando a cabo en la provincia de Mendoza, a partir de que el gobierno argentino iniciara la posibilidad de juzgamiento a los represores, gracias al fallo de la Corte Suprema de la Nación, que anuló las leyes e indultos de impunidad

En su estudio jurídico (y también en el edificio del Medh), sufrió varias veces pintadas agraviantes, algunas firmadas con las AAA y otras variantes. También recibió llamadas intimidatorias y amenazas. Es evidente que Pablo, como todos los defensores de los derechos humanos en todo el mundo, cotidianamente hacen su trabajo en soledad, afrontando riesgos, con el objetivo de construir derechos y de avanzar hacia sociedades más democráticas.
Tal vez por eso lo emocionaron tanto las palabras de la Presidenta, cuando los llamó "Corazones ardientes”,. Porque el compromiso viene enraizado en su propia historia y en sus propios dolores. Este, es su testimonio personal, pequeña crónica y gran testimonio de vida de Pablo, que nos insta a todos, a que sigamos luchando, sabiendo que estamos acompañados y que cada vez hay más las personas que se comprometen con esta labor. Debiera ser la preocupación de todos los estados, respaldar el trabajo y garantizar la seguridad de estos abogados, de ardientes corazones y profundo conocimiento de causa.

31 marzo 2011

Pipi


El día que la Pipi escribió este relato, su papá hubiese cumplido 69 años. Ella suele pensar que si estuviera vivo, se la pasarían peleando. Hace tiempo que le ronda esa idea caprichosa y le causa un poco de gracia tener esa sensación, que es casi una certeza. Seguro no sería la hija que él hubiera querido, no sería su “princesita” como se le daba por decirle cuando ella no caminaba todavía, y quizás, él no hubiera sido el papá que a ella le hubiera gustado tener. No sería ese héroe irreal que algunas veces le parece que es.
O tal vez sí, cómo saberlo. Ni siquiera tuvieron la oportunidad de decepcionarse, de pelearse, de enojarse, de objetarse mutuamente. Casi no se conocieron.
Hace poco soñó con él. No suele soñar con él de manera directa, fue una de las únicas veces en que le pasó. Faltaban unos días para que empezara el primer juicio oral contra represores en Rosario, esos días se sentía toda revuelta y bastante decepcionada de algunas personas que hasta ese momento había creído cercanas. Pasaba muchas horas pensando en su papá, en sus tíos, en los padres de los amigos que también están desaparecidos y en los compañeros. Tenía miedo, todo parecía difícil. Se le había abarrotado la ansiedad de haber esperado tantos años, de tantos dolores acumulados, de tanto esfuerzo, de tanta pelea, de tantas ausencias circularmente presentes. Era demasiado consciente de lo que ese juicio significaba para todos y eso hacía que la cosa fuera aún más angustiante. Esa noche se fue a dormir deseando poder descansar, llevaba varios días sin hacerlo. A diferencia de otras noches, logró dormirse profundamente, relativamente rápido e incluso soñó. Tuvo un sueño muy real, de esos que mágicamente no parecen sueños, sino momentos vividos y luego recordados, recuperados más tarde del pasado al ser evocados. Soñó que su papá entraba en su habitación mientras ella estaba acostada, se acercaba y se sentaba en su cama. Con mucha calma, como si el tiempo no existiera, le acariciaba la cara y la miraba a los ojos, con una ternura estremecedora. Después, con movimientos que parecían lentísimos, la abrazaba fuerte, muy fuerte. Era un abrazo de una intensidad, que era impensable que no fuese real. Se hizo tan tangible, que la Pipi sintió como si realmente se lo hubiese dado, como si lo hubiera vivido. No se puede explicar, es un poco complicado encorsetar en palabras una sensación tan inmensa.
Cuando se despertó, tenía la garganta atenazada y toda la cara mojada por lágrimas que le brotaron dormida. Fue muy raro, no sabría si decir que fue triste, sólo que fue demasiado real. La tristeza, le hizo darse cuenta de que había sido un sueño y nada más, que su papá no le había dado ese abrazo, que ella tanto necesitaba en esos momentos. Al otro día se levantó distinta. No sabe cómo ni por qué, pero afrontó lo que se venía de otra manera. Se sintió más fuerte, cómo si ese abrazo le hubiera inyectado seguridad para hacer lo que tenía por delante.
Esos días siguió pensando mucho en él, pero empezó a pensar, que quizás, ellos no se hubieran llevado tan mal y que, a lo mejor, hasta se sentiría orgulloso de ella, y ella de él, aunque fuera un viejo cascarrabias, probablemente un machista empedernido, y ella, su única hija, seguramente demasiado rebelde y libre para su gusto. Ahora, sigue con la intriga de cómo hubiesen sido juntos, de las cosas que les gustaría compartir o de las que los harían pelear. Pero al menos siente que pudo saber, lo que era sentir la contundencia de su abrazo. Aunque fuera en sueños. Si en definitiva, la vida, no es mucho más que un sueño sostenido a lo largo del tiempo.

21 marzo 2011

Martín

Cuando Martín era chiquito escuchaba a su mamá que lloraba, todas las noches, una tras otra. Durante un tiempo él pensó que los grandes, de noche, lloraban. como algo cotidiano. Que antes de dormir, "se lloraba", asi como al levantarse, se desayunaba, había que peinarse, lavarse la cara...o al ponerse los zapatos, hay que atarse el cordón, ël no lo vivía con angustia, ni como una cosa dolorosa, sino como algo que, simplemente, era asi y pensaba que cuando fuera grande, él también iba a tener que hacer lo mismo: llorar antes de acostarse, como algunas personas rezan o se ponen pijama.
Claro que despues de unos años, al fin se dió cuenta. Quedó aterrado cuando entendió que esa sensacion no era lo que él había creido, que los otros adultos no lloraban todas y cada una de las noches, antes de dormir, que llorar no era una cosa mecanica, ritual o cotidiana y que no expresaba una normalidad, sino un dolor profundo y persistente.

08 marzo 2011

Tatiana

 Tatiana recuerda como si fuese hoy, la cara de su mamá, la marca del amor a la espera de su primer hermana. Tenia dos años y medio (o eso cree, porque los recuerdos no tienen tiempo) cuando su abuela Amalia le dió una carta, donde ya sus papás se habian separado y su papi le hablaba de un bebé que vendría, y que después, con el tiempo, se enteró de que nació y murió, por una meningitis. Florencia tenia 7 meses. Le pusieron igual que la otra abuela...solo que no se sabe si ella alguna vez lo supo. Por suerte, despues vino su otra hermana, Mara Laura, tremenda también...

Había AMOR, demasiado amor por el otro, por los ideales, por la humanidad toda, trascendiendo el bien y el mal.

Tatiana mantiene vivo el recuerdo de la alegria, la tristeza, la melancolia de su mamá y hoy, la puede evocar con su ropita, sus tacos, su delgadez...

y siempre la extraña, su tremenda Tatiana.

07 marzo 2011

Camilo

El pequeño Camilo no entiende
-¿en serio no le dan ni una manzana?-
-no, pero vos le vas a dar una porque te la van a dejar pasar.-
responde la tía, rumbo al barrio de villa devoto. También
le explica que lo van a revisar, mucho, pero que nadie lo puede tocar.
Él ni entiende a qué se refiere, pero no le importa
son + las ganas de ver a su mamá.
Una reja separa a los visitantes de las reclusas
por las manos y los besos, se cuela a través
también la manzana.
Alicia (su mamá) la muerde y la pasa.
-¡eh má, era para vos!!-
-aca compartimos todo, ya vas a entender.-
Y así fue.

21 febrero 2011

Pájaro

En 1976, Perla, la abuela del Pájaro, era una de las presas políticas alojada en la cárcel de Olmos. Él tenía 6 años cuando fue por primera vez a ese lugar a visitarla . Recuerda de entonces, que las almenas que rematan el edificio le habían dado la impresión de que se trataba de un castillo. Desde su perspectiva de niñito, el portón parecía enorme, pero lo más impresionante era el mono de la puerta, que tenía un fierro largo, como un fusil, una ametralladora, o algo así, que vista desde abajo parecía duplicar el tamaño de quien la llevaba.
Entonces, al volver a su casa, el Pájaro dibujó: Un castillo con un granadero parado en la puerta, sonriente, con nariz de payaso y una ametralladora gigante, más grande que el castillo y todo lo demás,  y se le mandó de regalo a su abuelita, a la cárcel.
 Ella llegó a ver el dibujo, con todos los sellos de control por encima, pero los penitenciarios no se lo entregaron, y se lo rompieron en la cara, diciéndole que eso, no lo podía haber dibujado un niño, debía ser de un guerrillero subversivo, o de alguien muy peligroso.

18 febrero 2011

Alejo y Josefina

Desde que abrí este Blog, recibí y procesé más de 70 relatos sin pausa durante los primeros 2 meses. Fue una labor constante y fluida, hasta noviembre de 2010, cuando empezó el juicio por la muerte de mis padres y otras 22 personas que perdieron la vida en el mismo contexto. En los primeros testimonios salieron a la luz varios casos de chicos, que como yo, fueron llevados al D2, el mayor centro de detención ilegal y tortura de la provincia de Mendoza durante la dictadura. Quise escribir sobre Alejo y sobre Josefina, pero no pude, quedé trabada en sus historias, tal vez porque son tan cercanas a la mía o porque a diferencia del resto, sus historias me llegaron indirectamente, ellos ya murieron y no puedo consultarlos y todo eso hace que sea tan difícil (y a la vez tan necesario) articular un texto que cuente algo más profundo que la simple crónica de lo ocurrido. Pasados casi 3 meses, vuelvo al intento de poner palabras a sus vivencias.

El 9 de febrero del '76,  un ratito después del mediodía, Alejo fue secuestrado junto a su mamà y el compañero de ella. Fueron llevados al D2 dònde su mamá desde el minuto cero fué violada y torturada con reiteración. Él, con solo cuatro años, pasò tres dìas sometido a interrogatorios, hasta que fue devuelto a sus abuelos, mientras que los adultos permanecieron en cautiverio hasta la vuelta de la democracia. Cuando Alejo saliò del D2, no podía hablar. Lo habían dejado mudo y por años, no pudo decir palabra.

El 12 de Junio de 1976, Josefina fue secuestrada junto a su hermanita, su mamá y una compañera de ella con sus 2 hijitos bebés, en un episodio muy violento. Ya en el D2 fue privada como todos los demás, de comida, agua y dignidad  Con cinco años Josefina fue llevada a la sala da torturas, donde fue desvestida y manoseada sexualmente bajo una luz intensa, para que su padre que también estaba secuestrado y continúa desaparecido, la viera desde la oscuridad. En otra oportunidad fue llevada a la terminal de ómnibus, donde los policías le pidieron que señalara si conocía a algún "tio". Ella debe haber sido consciente de la gravedad de la situación, porque al volver a la celda solamente pedía perdón, como si se sintiese responsable de lo ocurrido. Unos días después fue liberada y dos meses despues de haber sido devuelta a sus abuelos, Josefina murió de un disparo que se dió ella misma con un revolver que encontró en una mesa de luz.

A la memoria de ellos, este relato.

14 diciembre 2010

Pablito

Pablito tiene una historia loca, o más bién, un recuerdo algo fabulado : Tenía 5 y estaba con su familia en el exilio. Era el día de la capitulación Argentina en Malvinas y desde Toronto veían las noticias por la tele, cuando una paloma blanca entró por la ventana al departamento (cosa que de por si, fue muy rara) y entonces, el gato que tenían (llamado Tango y que además era de lo más boludo), le saltó encima a la paloma y en un toque la hizo garcha, dejando toda la casa manchada con sangre.

04 diciembre 2010

Victoria (segundo relato)

Victoria odiaba los cumpleaños de sus compañeritos. En realidad los odiaba a ellos. Ahora sabe que el verbo es otro: Envidiar. (Ojo, a los once se normalizó.) En una de esas tediosas fiestas donde pinchaban globos y piñatas, ella debía esconderse bajo alguna mesa y taparse los oídos. Cuando se apagaban las luces para las velitas, entraba en pánico y se aferraba a cualquier adulto que anduviera por allí. Mientras todos jugaban en el bosque porque el lobo no está, ella se iba a la cocina; le encantaba entrar a cuestionar a los adultos...una de las escenas más memorables, fue en una casa, de ya no se sabe quién (pero ese quién no la debe haber olvidado.) Victoria se le sentó encima a la mamá de la cumpleañera y le dijo: -Vos te casaste por amor?
Madre del cumpleañero -….. (muda, perpleja)
- Si, si te casaste por amor…
-Ay, nena…jajajajaja, no te pierdas los payasos….
-no, porque estoy pensando que seguro mis papás se casaron por amor...debe ser por eso que duró tan poquito, no?
-Ehhhh…jajajaj…mmmmm... y si vamos a ver a los payasos? Después hay unos títeres!…
- … (Victoria quiere una respuesta)
La señora harta, asustada ante este monstruito que Vicky era y serà siempre: -Ay, Victoria, sí, me casé por amor.
El marido-papá, sonreía nervioso. Parecía chirolita, aterrado por un posible interrogatorio: -Bueno, corazón, ahora a los títeres…
Victoria: - ufa!
Todos reían chirolitos.
Victoria: entonces, una última pregunta a todos:-A QUIEN QUIEREN MAS, A SU MAMÁ O A PERÓN?!

25 noviembre 2010

Pablo

Se ha abierto la caja de Pandora.
La pesadilla de Pablo es repetitiva y escalofriantemente real, como cuando tenía casi 6 años y entraron a su casa, en agosto del '77: se escondió debajo de la mesa y desde ahí observó los medios-cuerpos de los intrusos,  gritando, tirando y golpeándolo todo. En el sueño todo es igual a la realidad. Escucha el llanto de su hermana y el ruido de un helicóptero. Ve en el suelo los anteojos de su papá y fracasa repetidamente en el intento de alcanzarlos para dárselos. Lo angustia que no tenga sus anteojos, porque no va a poder ver. Finalmente un milico-poli lo atrapa del brazo y lo tironea para sacarlo de abajo de la mesa. El viejo está luchando para que no lo tabiquen y por un segundo llegan a verse. Escucha su voz por última vez: -“cuidá de tus hermanas”. Luego los encierran a los tres en una habitación. Se cierra la caja de Pandora.

22 noviembre 2010

Maru (segundo relato)

Una vez, en las vacaciones, fue al campo una familia toda completa: con mamá, papá y dos hijos. Maru deseaba estar ahí con ellos, en el auto, sentadita en el medio y sentirse una más...

El señor le decía que era “su papá de las vacaciones” y Maru feliz! quería y soñaba eso....
El tema es, que la semana de vacaciones terminó y ellos se fueron.
 Maru quedó sola en el campo, sintiéndose muy triste y engañada.

21 noviembre 2010

Shiva

Shiva recuerda que de chiquito había gente que se quedaba a dormir en su casa, a veces varios días… y que eso, tenia que ser secreto, nadie podía saber.
Más grande, viendo fotos preguntó por ellos, porque algo recordaba y creìa entender...la triste verificación aún le hiela la sangre, porque muchos de ellos estan desaparecidos, la mayoría. Y siente dentro suyo esa bronca, esa impotencia y desesperación, de saber que èl viò y convivió con ese terror, sin registrarlo y que a pesar de los juegos y las ganas de vivir que había adentro, afuera estaba pasando todo lo que pasó.

15 noviembre 2010

Marìa Luisa (segundo relato)

María Luisa tuvo varias marcas de los milicos en su infancia. Esta le pasó en Lima, Perú, donde sus viejos, sus hermanos y ella estaban exiliados. El gobierno peruano de ese momento había establecido buenas relaciones con la dictadura de Videla, lo que trajo como consecuencia la persecución de los exiliados argentinos, tanto fue así que desapareció uno de los compañeros que como ellos estaba exiliado allí. Marìa Luisa en ese momento tenía 13 años. Una mañana como cualquier otra, se levantò para ir al colegio, pero se sintiò enferma y no fuè. Su mamá se quedó con ella. Unas horas después, se fue a buscar a su hermana mas chica al jardín, que quedaba a unas cuadras de su casa. Ella se quedò esperando, mirando por la ventana, cuando de repente viò un auto que se para en la puerta de su casa, con tres o cuatro tipos adentro que la miraban. Le diò mucho miedo y cerrò la ventana. Minutos después, estaban tocando el timbre. Ella entreabriò la puerta: estaban ahí. Le preguntaron por sus viejos, donde estaban, en qué trabajaban, a qué hora volvían...ella estaba muerta de miedo y a todo contestaba “no sé” (ni que lo hubiera hecho a propósito), en un momento saliò corriendo a pedirle ayuda a un vecino, que era un boliviano exiliado, que justo estaba en la puerta; entonces, los tipos empujaron la puerta y entraron a su casa. Cinco minutos después llegó su vieja. Los tipos eran de la policía de inteligencia peruana y habìan ido a hacer un allanamiento, cosa que hicieron delante de su mamá y suyo, mostrándoles el arma que tenían en la cintura y revolviendo toda la casa. Cuando se fueron, salieron corriendo a buscar a su viejo y a sus hermanos. Terminaron quedándose unos días en la casa de unos amigos peruanos y después, se fueron a México.

09 noviembre 2010

Bernardo

Esta experiencia tiene que ver con la infancia y la dictadura, pero específicamente en las implicancias que esa dictadura deja en el cuerpo hasta la actualidad.

Por el ’78, cada salida familiar era una aventura, subirse los cuatro al pequeño auto familiar y viajar hacia destinos inciertos.  A veces iban a San Justo a visitar a un primo de su madre que vivía en frente de la Coca Cola, por  el camino de cintura al 5700, más o menos. Con el Renault Gordini blanco recorrían los 8 kms que separaban sus casas, por Autopista Richieri, bajando por Camino de Cintura, hacía San Justo. De esos viajes, Bernardo conserva en la memoria el olor a cuero viejo de los asientos del Gordini, la redondez de sus puertas, el viajar siempre de noche y otros recuerdos que se apilan de a montones, pero quizás el recuerdo particular de uno de esos viajes a San Justo, una lucecita perdida en el medio de un bosque, se convirtió quizás el recuerdo mas fuerte de la Dictadura.  Su madre señalo la lamparita que apenas se veía desde el auto, completando la visión con un comentario entre inocente y desinformado: "pobre gente, se ve que no tiene ni para una lamparita más potente"… siguieron viaje y Bernardo fantaseó que en esa casa vivía una familia igual que la suya, pero más pobre, con lamparitas de 25 watts como las del velador, porque no tendrían siquiera para comprar una de 50 watts.

En Julio de 2001, la palabra "Corte" se articulaba con un sin fin de espacios geográficos: Cortes de tránsito, de ruta, de puente, de avenidas, etc.  Bernardo estaba (no de casualidad) participando de un “corte” con sus compañeros de la facultad, que habían comenzado a realizar diferentes acciones conjuntas, como tomas de las universidades y cortes, para protestar porque se anunciaban nuevos recortes al presupuesto educativo (lo mismo sigue ocurriendo 10 años después, en 2010). El ministro del interior de ese momento –llamado Freddy Storani- después de la represión ocurrida en Tartagal durante un corte de ruta, había proclamado que: "en Argentina no permitiremos que se corte ni una senda peatonal más" y había dispuesto varios grupos móviles de gendarmería para reprimir los cortes que aparecieran, en sólo cuestión de horas. Así fue que cuando el grupo de 1500 o 1600 estudiantes, cortaron el tránsito de la avenida Córdoba a la altura de Junín, en cuestión de pocos minutos tuvieron en frente a un pelotón con 200 Gendarmes armados, que de vereda a vereda los miraban con cara de odio, mientras golpeaban sus bastones al piso. Era una escena muy fea, nada agradable. Pero de los estudiantes se fueron acercando un poco más hacía los gendarmes. Se escuchaban muchas sirenas y el clima era muy tenso cuando Bernardo escuchó el rumor de que "si en 30 minutos si no se terminaba el corte, comenzaría la represión". Decidieron quedarse. Las sirenas parecían subir el volumen. Apareció una ambulancia con las luces a full y una sirena aún mas fuerte pasó por entremedio de la multitud estudiantil. En ese momento apareció la imagen de la lamparita. Él estaba parado en la tercera o cuarta fila de estudiantes, cuando el recuerdo lejano de su niñez, se apoderó por completo de él, como cascada, le vinieron unas ganas enormes de correr, su cabeza comenzó a buscar excusas para irse del lugar. Ese recuerdo chiquito, lo abrazó, lo apretujó y lo cegó por completo. En sus adentros, veía como en un viejo filme, que aparecía nuevamente aquella nocturna, lejana y apenas visible lamparita que la madre señalaba. Esa lamparita con poca potencia, era la luz de la entrada, del entonces Centro Clandestino de Detención "El Vesubio". 
Un inmenso miedo se convirtió en latir en ese momento. Sus piernas y su memoria, arrastrados por los laberínticos recuerdos del pasado, lo querían hacer correr, escapar, evadirse, eludir toda responsabilidad política, pero al mismo tiempo sentía que era super cobarde irse y dejar a sus compañeros; su corazón quería quedarse, pero una sensación de oprobiosa cobardía y otra, de ideológica firmeza, pugnaban por el control de su cuerpo, mientras que Bernardo sentía estallar el pecho en esa contienda.  A pesar de que comenzó a tener palpitaciones y se le secó la boca, se quedó ahí quieto, con sus compañeros alrededor que  bailaban, reían, discutían y jamás se dieron cuenta de lo que a él le había pasado. Solo fueron unos minutos para el resto del mundo, pero para él fue una eternidad.  Después de 3 horas, con objetivo de la protesta concretado, levantaron el corte sin ningún tipo de represión sufrida. Los gendarmes nunca avanzaron. Pero para Bernardo fue una experiencia reveladora haber recordado al Vesubio, en ese momento político. Esa noche, haberse quedado quieto, resistiendo, fue para él una batalla ganada al miedo.

02 noviembre 2010

Victoria

La casa de la abuela de Victoria quedaba a tres cuadras de la base del Palomar. Había muchas casas abandonadas, con sótanos, donde se encontraban todos los chicos del barrio y siempre terminaban representando persecuciones o enfrentamientos. Seguramente había muchos hijos de militares también entre los chicos. Como niña, la idea que ella tenía sobre lo que estaba pasando, se potenciaba con esos juegos que hacían. 

Solían ir con su familia dos o tres veces al año desde Palomar a Moreno, a veces iban por Campo de Mayo pero les daba miedo, porque sabían lo que sucedía allí. Los primos de Victoria vivían en una quinta muy descampada, ese espacio se llenaba de rincones escondidos para protegerse en las persecuciones y enfrentamientos que también ahí representaban.

En el sueño que ella recuerda con más claridad, se reproducía algo semejante: Victoria buscaba un lugar para esconderse, pero entonces, sus pasos eran lentísimos y sus perseguidores, que eran adultos y tenían uniforme, se acercaban con velocidad. Cada vez que Victoria estaba a punto de alcanzar un buen lugar para escapar (podía ser un túnel que se abría en medio de un sótano), se paralizaba. La persecución culminaba en una especie de rancho, en donde había una ventana altísima desde la cual se terminaba tirando, para no ser detenida.

29 octubre 2010

Beatríz

Beatríz tenía 10 años en el '77, cuando un día, soñó que era de noche. En su sueño aparecía un hombre enorme vestido como un verdugo medieval, con un palo con una bocha con pinchos. Sin decir nada y en silencio, le partía la cabeza a su mamá con eso. Le quebraba el cráneo y a Beatríz la imagen de la cabeza aplastada se le representó como si fuera una naranja de las que se caen de los árboles y quedan secas, machucadas en el suelo. Cuando le contó a su mamá, se armó un kilombo: ella se enojó con su papá por haberla llevado con él a la cárcel de Coronda a visitar a los compañeros y por haber hablado delante suyo cosas que Beatríz de todos modos no recuerda. Después nunca volvió a soñar con el verdugo, pero la secuencia del sueño se repitió en su memoria muy seguido, por años y todavía se repite cada tanto, haciéndole sentir lo mismo que sintió en ese momento: la propia impotencia ante la realidad palpable de la posibilidad de daño a una persona amada

25 octubre 2010

Lucía

Mayo del 76. El papá de Lucía había sido secuestrado unos días antes. Mientras su mamá y su abuela, revolvían cielo y tierra buscándolo, Lucìa se quedaba al cuidado de la otra abuela. Una tarde se despertó de la siesta llorando mares y le contò a la abuela que la estaba cuidando, que su papá se había despedido de ella.

Poco después se enteraron de que él había fallecido en un campo de concentración en Bahía Blanca. Esto se lo contó la abuela años despuès, porque ella que era muy chiquita ya no lo recuerda...como tantas cosas, que están ahí, dormidas en el inconsciente.

23 octubre 2010

Danixa

Danixa estaba pensando, en cómo fue su infancia en dictadura y le da risa, porque no tuvo infancia en dicta-dura, tuvo adolescencia en dicta-dura. Su infancia , lo que recuerda de ella, fue hermosa. De los primeros recuerdos de muy, muy chica, salta a 1971, mirando por la terraza con su papá, el treinta y uno de Diciembre; esa fecha se grabó en su cerebro. Sus hermanos mayores, iban y venían, y el papá le dijo: -comienza el '71, vamos a ver qué nos trae este año. Después hace otro salto, a sus diez años: 1973, cuando, estando en la terracita de su  casa, leyendo una vieja revista del Pato Donald, se acercò su hermano mayor y le preguntó: -¿ qué hacés leyendo esa estupidez?. Ahí nomás le sacó la revista y le encajó "Para leer al Pato Donald", de Ariel Dorfman -"Cualquier cosa que no entiendas, me preguntás" le dijo su hermano, bajando la escalera de la terracita, con su campera verde, y sus pantalones bombilla. Desde abajo ya, le aclaró: -ya es hora de que entiendas! y cerró la puerta, dejando a Danixa bajo ese sol tardío y su libro nuevecito en las manos. Lo primero que no entendiò, fue la palabra PROLETARIADO, pero orgullosa, en la silla de chapa siguiò leyendo, a los diez minutos no entendía nada. Así que bajò y sin decir nada a nadie, se fue a buscar la palabra proletariado en la enciclopedia-diccionario que había en su casa. Se le abrió un mundo. Entendiò. Como le había pronosticado su hermano, ya era hora. Cuando terminò el libro, se lo devolviò diciéndole: "entendí!". Y mirò el afiche del Che que decìa: "mi sangre no fue derramada para que aquí yo colgado esté" y entendiò. Y también, entendiò por qué en la puerta de su dormitorio habìa un dibujo de la cabeza de un tal Salvador Allende, sobre una pirámide como una esfigie; y entendiò la revista Crisis y entendiò a la señorita Marisa, que era peronista a muerte, cuando dos años atrás les habìa dicho: -Ahora, que va a llegar Perón (y subìa su dedo hasta más o menos la altura de su nariz), ahora pueden suceder dos cosas: Argentina crece (y subía el dedo por encima de su cabeza), o se desbarranca para siempre (y bajaba el dedo hasta su panza) y los chicos, sentaditos de guardapolvo blanco, miraban para arriba y para abajo, como un partido de tenis (que para esa época empezaba a ser popular gracias a un marplatense jovencito llamado Vilas). Había algo de profético en las palabras de la seño, eran como palabras de angustia, que ella, y los demàs chicos de ocho años, no entendían, porque ella era peronista, en todo el barrio se sabía... pero recién lo entendiò, a los diez, cuando Cámpora largó a los presos y todos festejaban...el tío Campora, le resultaba tan lindo tener un presidente tío!. Ellos vivían cerca de la cárcel de Devoto y Danixa recuerda que se escuchaban los gritos de euforia, pero también, el miedo de alguna gente, que se encerraba en su casa bajando las persianas. Rejas en el barrio todavía ni existían. Ella se divertía mirando todo por la ventana. Como hacen los chicos, aunque entendiendo un poco más que otros, pero un poco como los infantes, que en todo encuentran algo con qué pasarla bien. Como el día en que mataron al cura Mujica, con esa cara de bueno...y se inundó la casa, ese día, se divertían con los gritos de su madre para que no pisaran el agua. Así se mezclan los recuerdos de su infancia. Contando en la revista Gente, los muertos por la triple A y los muertos por Montoneros. Escuchando en la panadería cosas como: -"ésta (por Isabelita) va a terminar como María Antonieta". Y correr nuevamente a la biblioteca, para ver cómo terminó ta tal María Antonieta. Y no entendìa bièn si lo decían por la guillotina o por algo que siempre les contaba su madre y no sabía si era una mentira de ella o no,  pero la cuestión era que a María Antonieta le habían salido todas las canas de golpe, en una sola noche, del disgusto, segùn decía su madre. Y ahí, venía la comparación. Si Isabel tiene todo el pelo lleno de canas ( el televisor entonces era blanco y negro), entonces terminarìa bajo la guillotina?...cuánta fantasía!. Como cuando miraba a Lopez Rega, al lado de la futura aguillotinada y se preguntaba dónde escondía el sombrero, ya que decían que era Brujo... qué inocencia perdida!. Para la época que dieron el Golpe, Danixa ya estaba "en sus cabales" digamos. Ya había conocido a la primera familia con desaparecidos en la ciudad de veraneo...y a varios de los amigos de su hermano se los habían llevado "chupados", se decía en voz baja. Ya habían quemado las revistas, en la misma terracita donde habìa entendido al Pato Donald. Ya estaba en primer año de la secundaria y la materia que más le había gustado era E.R.S.A (estudio de la realidad social argentina), una maravilla que pronto los milicos se encargarían de cambiarle el nombre por "Formación Cívica". Y no sólo el título le cambiaron, sino los contenidos. Y pusieron el 7, en vez del 6 para aprobar los exámene y el pelo a los varones no le tenía que pasar por debajo del cuello de la camisa y los amigos de los amigos se iban de un día para el otro al extranjero y los artistas que estaban en listas negras, aparecían fotografiados tomándose el piro para Europa y había cosas de las que no se hablaba con desconocidos y se cerraban las ventanas para discutir temas de política y el miedo...El Miedo se empezaba a sentir despacio...No sabía bien a qué... éra chica, pero el miedo estaba, como la sombra y la seguía a todas partes.

Un día, su mamá las despertó, a Danixa y a su hermana. El sol ya entraba por la ventana, en seguida se dieron cuenta de que pasaba algo raro. La madre dijo solemne: -Chicas, se la llevaron a la presidenta anoche, hay golpe de estado, suspendieron las clases. Dejó la puerta abierta. Se miraron con su hermana y lo primero que les salió fue un ¡puta madre! Ese fue el único día que no estuvo feliz por faltar a la escuela: 24 de marzo de 1976. Mirò por la ventana y no había nadie en la calle. -Declararon Estado de sitio, le largó su mamá junto al café con leche. Las tres mirando el televisor. Videla hablando. Todo se venía abajo.Como decía la seño Marisa. Se desbarrancaba. El dedo, ese día le hubiese llegado al suelo. De la tristeza, de la impotencia. De lo que se imaginaban se vendría. Si en democracia la Triple A ya se había llevado a tantos, con los milicos...madre! Y así, eran todos los días. Tristes. Grises. La época más linda, que se supone se tiene en la vida, a Danixa se la fregaron estos tipos. Pidiendo documentos. Haciéndole tomar colectivos porque sí, para regresar a su casa, sin motivos, sin fundamento. El miedo bien metido en el culo. No podían juntarse más que de a dos en cualquier lado, tres ya era conspiración. Algo raro tramában. Vos para allá, ustedes para acá. Pero...pero nada! decí que tenés suerte y no te llevamos... así, todo el tiempo. Y los diarios se miraban buscando nombres de conocidos, que caían o que pasaban a disposición del PEN: listas y listas, nombres y nombres, generaciones barridas por una escoba siniestra. Las paredes se pintaban de blanco. No había más grafittis, ni escritos, las universidades estaban sin banderas. No había Centros de estudiantes, no había partidos, todo era una nada, vacía y gris, llena de ojos detrás de las cortinas.
y se acuerda del primer test que le hizo una psicóloga a los 17 años
-A qué le tenés miedo? A la violencia. 
Ahora dibujá un objeto. Danixa hizo un revolver.
Así creciò ella. Creyendo que jamás, jamás, esa pesadilla terminaría...

Pues bueno, en este punto, ella se cansa de escribir y se va a ver una peli, de esas que en esa época, estarían prohibidas.

17 octubre 2010

Angelita (segundo relato)

Yo nunca supe terminar nada. Repaso una larga lista de inconclusos: Estudios, amistades, proyectos, amores, hobbies, delirios y emprendimientos de todo tipo - porque para empezar siempre soy muy creativa-, todos fueron quedando descabezados antes de terminar. Si hubiera sabido antes que las cosas nunca suceden hasta que están completamente hechas, talvez no hubiera dejado tantas cosas inconclusas por el camino. Guardo mi orgullo, guardo la vergüenza de ser experta en finales abiertos, en anti finales. Mi modo de terminar las cosas era esperar que se disuelvan por si mismas, como si con ignorarlas fuera suficiente. Siempre creí que el aburrimiento mataba la pasión a la mitad de camino; pero cuando buceo un centímetro mas hondo, me doy cuenta que es el miedo el que los mata. Y de que yo viví petrificada de miedo, muerta en vida, con mi caparazón a modo de escudo. Tomando no-decisiones. Reculando. No-viviendo del miedo. Encerrada en mi des-virtud, con mi des- gracia a cuestas. Justamente, por lo difícil que me resultaba terminar cualquier asunto se me hacía imposible ponerle fin a ese problema. Entonces. Cuál pudo ser el comienzo de esto de no tener fin(es)? Cuán al principio? De todas las historias sin final, creo que la primera es la de mi madre. Secuestrada frente a mis ojos. Desaparecida para siempre.  La incompletud permanente por no volver a encontrarla. La Soledad. El ansia convirtiéndose en ansiedad. La incógnita suspendida en el tiempo. Yo, chiquita, desarmada de las palabras aún no aprendidas. Portadora del sinsentido de no poder asignarle contexto a la tristeza.

Muchísimos años después de perderla, durante un sueño inducido algo psicodélico, atravesè el tiempo. Viajé de regreso hasta ese lugar en que me atrapaba mi pesadilla infantil más recurrente. Me encontré en ese mismo pasillo, donde las sombras me perseguían pisándome los talones. Busqué detrás de las puertas. Miré uno por uno los gestos de las caras desconocidas. Esa cara, que no aparecía. Esa cara, que me pertenecía. Cuando era una niña y ese era solo un sueño, siempre me despertaba en ese punto. Desesperada y sin saber como explicar porqué ese sueño feo me daba tanta angustia, pero como yo ya no era una niña y eso no era exactamente un sueño, asique ese día, fuí un paso más allá: Me arrastré gateando hasta el final del pasillo y con mi manito empujé la última puerta.
Ella estaba ahí. Ma Mà. Parada al final de los finales.
Recién cuando la ví, supe que la había buscado toda la vida. Que ella era El vacío. La incógnita. El nudo en el estómago. Estiré los brazos y me abracé a su cuello  -aunque fue mi amigo el Pájaro quien prestò el cuerpo al abrazo ese día-. Ahí estaba ella. Su olor. Su calor. Su respiración. Sus ojos… y yo, entregada a ella, a la felicidad de volver a verla. Perdida en su abrazo imposible. Imposible. Imposible. Imposible. Imposible...

Con la velocidad divinorum de la salvia, mi madre se deshace en el abrazo. Busco su cara pero ya no la encuentro, todo se ha transformado. Me encuentro con gente extraña, gente que me da miedo. Quiero salirme de ese abrazo, pero ya no puedo....y esa gente, ahora me lleva lejos, muy lejos... y no me dejan volver. Entonces me despierto asustada. Miro alrededor y sin saber que edad tengo, hablo con voz de niña, aunque ya tengo mas de 20 años: -“…Creo que tuve un sueño, que siempre sueño… Creo que soñé un lugar, que creo que conozco… ese lugar…creo que yo estuve ahí antes….”  Bastó que evocara ese lugar, para caer profundamente en trance, nuevamente. Otra vez al mismo pasillo. Las puertas a los costados, que ya ni miro. Sé a donde ir. Sigo derecho al frente, directo hasta el final. Abro la última puerta.
Ahí está ella otra vez: Ma Mà me sonríe, a unos metros de distancia.
Ya no nos acercamos, por miedo a romper la magia. Contenemos el momento. Quieto.
Hablamos con los ojos. Nos despedimos. Hasta luego.

El sueño se apaga. Vuelvo al tiempo real con todos los recuerdos a flor de piel. Me quedan impregnadas la paz de su sonrisa y la seguridad del abrazo.

Creo que esa despedida, fue el principio del fin de las inconclusiones.

Todavía soy esa misma nena, sintiendo el calor de mi madre que me abraza. Amándome del modo que solamente ama la madre. Plantándome con su amor en el mundo. Dejando en mí su huella, su semilla, para cuando ella ya no esté. Soy mi madre que aún me abraza. Conservo su calor para siempre conmigo, haciéndome menos huérfana.

14 octubre 2010

Gastón

De ir con su viejo a los lugares de militancia, Gastón le tomó cosa fea al arroz con leche. En garín, jugaba con un montón de enanos sobre monticulos de materiales para la construccion  y el arroz con leche, siempre estaba presente. Vaya a saber porqué, ahora cuando lo huele o se lo nombran, le tiembla todo. Nunca lo pudo volver a probar, a veces piensa que quizas sea rico, pero. no, no quiere probarlo. Para Gastón, vivir sin poder contarle a nadie la muerte de su papá fue una mochila muy pesada, se sentia como un niño viejo...no podía manifestar la pérdida porque era peligroso...asi que pasar segundo grado, fue muy raro para él: todos en su mundo de figus, elastico, la mancha y él...que a veces estaba, a veces no. Hoy en dia se sigue sintiendo como un niño y un viejo, que por suerte, no ha perdido la sonrisa.

 A veces se pregunta porquè nunca sueña que no hubiera pasado lo que pasò. Quiere soñar que no se llevaban a los nuestros, quiere soñar que nada cambiaba, quiere soñar que su familia seguìa enterita...eso nomàs quisiera èl.

10 octubre 2010

Marìa Luisa

María Luisa naciò en Mendoza el 10 de enero de1964. Es hija de Alfredo y Angélica, ambos abogados y militantes peronistas. La historia que va a contar, sucedió el 1º de enero de 1975, en pleno gobierno de Isabel Perón. Marìa Luisa vivía con sus padres, tres hermanos menores y la abuela paterna, que era quien los cuidaba mientras sus padres trabajaban y militaban; ella fue una figura fundamental en su infancia, la abuela cómplice que siempre los bancaba y les satisfacía los caprichos.
Esa noche, la noche de año nuevo, estaba toda la familia festejando, tíos, primos, abuela, padres; todos. Un rato después de las 12, en medio de los petardos sonó una explosión màs fuerte que las otras y Alfredo, su papá, dijo: “eso fue una bomba”. Todos le dijeron que estaba loco, que nada que ver...
Dos horas después explotó una bomba en la casa vecina, pared de por medio con la de ellos. La explosión fue tan fuerte que se cortó la luz; había mucho miedo y confusión, salieron todos, su hermano gritaba preguntando por su amigo, el vecino... por suerte los vecinos no estaban y no hubo que lamentar ningún daño personal. La policía dijo que podía haber otra bomba y los mandaron a todos a la habitación del fondo, pero su abuela se había quedado en la calle. Entonces su hermano, que tenía nueve años y ella, que tenía diez, tuvieron una ataque de pánico pensando que podía pasarle algo a la querida abuela. Les reprocharon a los padres: “esto pasa por culpa de ustedes, por que se meten en política, nos van a matar a todos”. Fue un momento terrible, del que Marìa Luisa no se puede olvidar.

Sus padres le contaron después, que a partir de ese momento se dieron cuenta de que tenían que hablar más con sus hijos y contarles un poco, porquè hacían lo que hacían, porque si no, solamente escuchában lo que decían los parientes y amigos, pero no entendían realmente lo que hacían los viejos.

08 octubre 2010

Adriana (segundo relato)

Alrededor de esta hora, el mediodia del 8 de octubre de 1978, llegaron los hijos de puta a la casa de Adriana para secuestrarlos. Ella estaba con su mamá, Ana María, las dos solitas porque su papá se habìa ido a trabajar desde temprano. Ellos estuvieron un largo rato, cuando por fin decidieron que se iban a llevar a su mamá y tambièn a ella. La vecina que viò cuando salìan, preguntò: "a donde te llevan Cristina?"(ese era el nombre que su mamà usaba en el barrio) "dejame a la nena". Su mamá se aferro a ella con toda la fuerza del mundo. Si la hubiese dejado ahì, quièn sabe què hubiera pasado con su identidad.
A eso de las 17 horas, desde las ventanas de las casas linderas vieron como llegaba caminando Jorge, su papá. Lo vieron detenerse frente a la puerta unos segundos, antes de desaparecer dentro de la casa. Al poco tiempo ya se lo estaban llevando, muy golpeado, reventando, segùn se dijo.

Estuvieron en el Olimpo. Adriana un par de días,  sus papàs un par de meses...y de ahí a la eternidad.

06 octubre 2010

María

María recuerda que su hermanita nunca pudo dormir bien. A Lucía, la secuestraron cuando tenía 10 meses, junto a su mamá. Unos días después la abuela la encontró en una sala cuna, siempre supusieron que los milicos, la habían dejado ahí de toque.
Lucía tenía dos tipos de pesadillas: unas que eran solamente de sonidos. No veía nada, sentía gritos a lo lejos y una canción de cuna.
Si no, soñaba que en Ledesma -donde vivían- entraban cientos y miles de tigres al pueblo. Los tigres destrozaban a toda la gente y se armaban ríos de sangre. Lucía les tenía pánico a los tigres.
 
Con el tiempo, descubrieron que su hermana había entrado a la Esma junto con su mamá, donde uno de sus torturadores era el peor de todos tigres: Tigre Acosta.

04 octubre 2010

Caro

Caro tiene un sueño recurrente de su infancia para compartir; lo soñó desde los 4 a los 11 años, más o menos.
Los abuelos del hermano de Caro, tenían en San Luis -donde vivían- un negocio grande, con unas casas al lado, donde había una óptica. 
Ella estaba con su mama, su hermano y sus abuelos en el negocio. La mamá iba a la óptica y no salía más. Después iba su hermano y tampoco salía, entonces, ella también entraba. Al pasar la puerta unas manos blancas huesudas, con uñas largas, le sacaban cortésmente el abrigo y una vez adentro, era un monstruo que los comía. Ella podía salir corriendo y avisar a los abuelos de su hermano, que ese monstruo se había comido a su mamá y a su hermano Roly, pero no le creían y la ponían en penitencia.

26 septiembre 2010

Juana

Diego estaba orgullosísimo de su pulguita saltarina, quería que fuera primera bailarina del teatro Bolshoi. A veces, cuando podía, la iba a ver bailar y si no podía, le mandaba un ramo de flores exageradamente enorme, que causaba mucho impacto entre sus compañeras de camarín, con una tarjeta re-cursi que decía "lo más maravilloso que tengo eres tú". Era su admirador incondicional.
Cuando lo mataron, lo primero que le preguntó Juana a su mamá, fue si iba a poder seguir bailando. Sentía que su vida se partía en mil pedazos y necesitaba seguir volando porque que si no, ella también moría. El ballet le salvaba la vida, se la pasaba haciendo piruetas, giraba y volaba por los aires…era bailarina y bailar, era su manera de no estar.
Cuando comenzaron las clases en la escuela de ballet del Colón, a la directora se le ocurrió que todas las alumnas del instituto debían cortarse el pelo a la garcón porque, según ella, había piojos. Su mama fue a hablar con ella y le explico que Juana estaba muy triste porque el papa había fallecido en un "accidente" hacia poquitos días…y le pidió por favor, si no podía hacer una excepción- Ella le respondió que no, que solamente había hecho la excepción con una alumna que le había hecho una promesa a la virgen. Así que Juana tuvo que raparse para poder asistir a clases. (Por si no se entendió: tuvo piedad de la niña que le había hecho una promesa a la virgen, pero no de la niña a la que le habían matado a su padre.) Al poco tiempo de raparse la cabeza, Juana cayó con un desgarro muscular que la hizo aterrizar de emergencia en la realidad.

22 septiembre 2010

Germán

En 1977 estaba en primer grado y se sentaba en el fondo del aula. Fue ahí, aunque hacia fin de año, que los problemas realmente comenzaron. No sólo se sentaba en el fondo del aula sino que además de estar feliz por la insularidad de su situación imaginaria, el fondo para él era una isla, estaba debajo del alféizar de un ventanal sobre el que se alineaban todos los libros que comenzó a leer ese año, de a uno por semana, hasta darle no se podría decir cuántas vueltas a esa colección ambulante de cuentos de hadas. Dice, cuando se refiere a ese momento, comenzaron los problemas pero como quien repite una fórmula gastada, sin estar muy seguro de qué se quiere decir. En realidad no sabe si comenzaron los problemas, y por eso lo mandaron a la psicopedagoga, así, en abstracto, o si lo mandaron a la psicopedagoga porque fue cuando le tocó el turno a cumplir con una rutina de revisión junto con el resto. Cree que lo más probable es que a los ojos de la maestra tuviera algún problema de aprendizaje. Sabía leer bastante bien, llegó leyendo de su casa, y a pesar de que se notaba la sensación de deber que proyectaba hacia esos libros leyéndolos obsesivamente mientras que a ningún otro compañero se le había ocurrido tocarlos, la cuestión es que por algún motivo no aprendía nada. No había caso. Las letras eran cada vez más deformes y los colores parecían barro sobre la página. Él mismo comenzaba a darse cuenta de algo que lo incomodaría durante toda la escuela primaria: su cuaderno siempre sería el más horrible de la clase. Puede que le resulte difícil determinar el momento preciso en el que comenzó el problema que lo precipitó hacia tantos otros, pero de lo que sí está seguro es de que en el gabinete de la psicopedagoga sí puede decir con seguridad que sintió que el problema había comenzado, que ya estaba inmerso en él y que no había vuelta atrás; porque ni bien se pusieron a hablar, alumno con psicopedagoga, supo que había metido la pata al contarle sobre un sueño y el auto enorme, celeste clarito, bien brillante, con el que un grupo borroso de color marrón salía a secuestrar gente. Cree que no fue tanto el hecho de contar que una especie de fantasmas anduvieran sueltos haciendo fechorías, que por otra parte para él eran como un invento, o al menos así sentía él todas esas cosas que llegaban desde el éter y chocaban contra su cuerpo como contra una antena, sino la palabra que usó para describir sintéticamente esas fechorías lo que terminó mandándolo una vez por semana a un consultorio en el centro donde, mientras un psicólogo le hacía preguntas, subía de pronto de categoría, de psicopedagoga lo pasaban a psicólogo y otro los miraba a los dos oculto detrás de una gran espejo como la ventana donde se alineaban los libros, el alumno ahora paciente se dedicaba a romper silenciosamente, uno por uno, cada vez que iba, los botones que se hundían en el capitoné de un sillón de cuero negro, lustroso, frío y caliente a la vez. Secuestrar, ese había sido el primer verbo del estar ya en problemas.

15 septiembre 2010

Lucila

Lucila lee día a día los relatos y en cada uno, encuentra un sueño o una sensación que ella también pasó. Soñó varias veces que salía a la escuela y cuando llegaba al patio se daba cuenta de que estaba descalza o que tenía puesto solamente el guardapolvo y nada abajo. También soñó muchas veces que estaba en su casa, donde vivió siempre con su mamá y de repente subían miles de milicos por el ascensor y la escalera; ella estaba con la puerta abierta y tenia que cerrarla, pero cuando lo iba a hacer no tenia fuerza...o soñaba que la perseguían y no podía correr, por más impulso que tomara, de repente los pies le pesaban una cantidad tal, que todo se ponía como en cámara lenta (salvo su corazón que latía rápidamente). Soñaba muchas veces, que tenia que esconderse, ya que los milicos habían entrado en su casa; las únicas salidas que encontraba eran la rejilla del desagüe o las tuberías de gas, lugares imposibles para entrar, meterse y escapar, pero mágicamente sucedía como en el cuento de Alicia en el país de las maravillas y Lucila  se hacia pequeña, tan pequeña, que lograba escapar. Una vez, soñó que entraba a la morgue y lograba ver a su padre, como dormido sobre una camilla de aluminio. Ahí, sentía alivio de por fin encontrarlo: muerto, pero por fin, poder ver su cara, su cuerpo y cerrar una angustia...claro que eso fue solo un sueño, pero se sintió más liviana al despertarse.

Estando embarazada, le pasaba que cuando su pareja se iba a trabajar a la radio y salía de la casa a las 5am, ella embarazada de 6, 7, 8 meses, se despertaba ni bien él cerraba la puerta y en el amanecer, oscuro aún, se quedaba pensando por donde podría escapar si alguien llegara a entrar a su casa. Planeaba como salir de su cuarto, pasar para el patio y cruzar por la medianera a la casa del vecino y todo eso, con una panza enorme...ella cree que ese miedo, o necesidad de encontrar la salida, se lo transmitió su madre cuando estaba embarazada de ella. En el edificio donde vivían hasta pocos días antes del secuestro del papá de Lucila, su mamá siempre miraba por la ventana para ver cual era la altura y poder calcular la soga de sabanas que pudiera bajarla hasta la calle...Y Lucila siente que hubo transmisión de sensaciones, porque recuerda los miedos de su madre, como en carne propia.

12 septiembre 2010

Maipy

Maipy había empezado a tener estos sueños a los 6 años, mientras le tocó vivir asilada en la Embajada de México, en Santiago de Chile. Los sueños la acompañaron a lo largo de su vida, se hicieron familiares y ahora, durante la gestación y la llegada de su hija, se le han vuelto a manifestar, con más fuerza:

1- Es niña. No se ve, pero siente y sabe quien es.  Sus hermanos, caminan junto a ella por un valle lleno de sol y de flores, al medio está su casa (la casa cambia de modelo, no es siempre la misma arquitectura, pero siempre es blanca, luminosa y con sonido de agua). Caminan hacia la casa y Maipy puede tocarla y saberla suya. Luego camina y al volver atrás, la casa está en ruinas. La recorre, tratando de reencontrar a sus abuelos, a los viejos de la familia, al agua y ya no hay nada, ni nadie en esas ruinas, sólo sus recuerdos. Se desespera, despierta y al despertar, siempre la misma sensación: abre los ojos y sigue buscando su casa.

2- Maipy se sueña junto a su hermana, con la edad de ahora (ese "ahora" va cambiando naturalmente con el tiempo y la fisonomía). Es de noche, entran al jardín interior de su casa, pasan por el parque...ven y tocan la enorme casa de muñecas... la terraza… y cuando van a entrar, aparece el padre, joven, como en 1973, con sus lentes y su barba y su voz aterciopelada... y ella siente incluso, el aroma del tabaco de la pipa que él fumaba. Él no las deja pasar a la casa, les dice: " Shhh....no entren, no hagan ruido, las niñitas están durmiendo"; se asoman entonces a la ventana de su pieza y en las camas están ellas mismas, niñas de 6 y 11 años, durmiendo y el papá, vela sus sueños.

11 septiembre 2010

Alberto

A 37 años del golpe de estado de Chile  Alberto aún recuerda con claridad,
que a esta hora, ya no tenía casa, colegio ni amigos...
no sabía donde estaban sus padres escondidos...

....pero eso es nada en comparación 
con quienes ese día fueron apresados, torturados,muertos.

Un mes después, Alberto, ya tampoco tenía país.

10 septiembre 2010

Virginia

Virginia no sabe bien de donde salió este sueño recurrente…supone que habrá escuchado algo que hablaban sus viejos, o tal vez por la radio…

Soñaba en esa época, que un hombre y una mujer (de civil) entraban por la ventana de su cuarto y la secuestraban.

Le daba mucho miedo.

08 septiembre 2010

Alejandra

A Alberto, el papá de Alejandra, se lo llevaron de su casa el 27 de agosto del 76. Hacía un ratito que él había vuelto de un velorio y ya estaban todos metidos en la cama donde dormían juntos los cuatro, su mamá estaba embarazada de su hermanito. Hacia mucho frío. Golpearon la ventana y la puerta. Su mamá le dijo a su papá que no abriera. Él preguntó qué querían y entonces, rompieron la ventana y la puerta, entraron y prendieron la luz. Alejandra se abrazó a las piernas de su papá. A él lo sacaron de la cama y le dijeron: “- vestite ya!”. Como Alejandra no quería soltarlo, uno de los milicos le pateó la cara y la desmayó.

Cuando se despertó una vecina había ido a ayudarlos. Su mama estaba atada a los pies de la cama. Habían revuelto todo. Rompieron los focos de la luz, se llevaron el dinero y algunas cositas de valor. Cuando su mamá se levantó, se quedaron paradas en la puerta un ratito, con miedo de que todavía estuvieran…Después su mamá la agarró de la mano y corrieron hasta la casa de su abuelo, a 5 cuadras. A su papá no lo vio más.

No quería que se lo llevaran. Trató de agarrarlo lo más fuerte que pudo, pero no pudo hacer nada. Alejandra piensa que él debe haber estado muy triste y preocupado porque le pegaron a su hijita...Ella no tenía más de 3 años entonces, pero recuerda todo...esa noche fue terrible. Esa es su oscuridad. Hoy en día todavía la asusta que le prendan la luz de golpe y le griten, le da mucho miedo.
Cada uno, lo pasó como pudo y algunos podrán decir que esta mina ya esta grande, pero si supieran el miedo que tiene adentro y lo mucho que lo siente…aunque los demás crean que es fácil, para ella es una carga terrible. Es como si la hubieran dejado ahí sentada en la oscuridad, sola. Aunque todos los días la vean seguir avanzando, cuando llega la noche, se le hace tan difícil…y no es que le guste mirar siempre hacia atrás, es que ella siente que quedó ahí, encerrada, sin poder escapar.